sábado, 28 de junio de 2008

Hermanos cap.11

Cap.11: Descubrimientos

No fue hasta pasado el mediodía que Gael salió de su habitación, tenía los ojos agotados y las espaldas cargadas, pero se sentía más tranquilo, dispuesto a enfrentarse con todo de nuevo. Al pasar por el pasillo, vio como aquellos dos chicos, que horas antes recogieran, aún dormían. Secretamente, se preguntó qué pasaría con ellos a partir de entonces. De repente, vio algo que parecía brillar sobre el pecho del chico rubio. En silencio, se acercó a él y cogió entre sus manos un medallón con unos símbolos gravados.
Aquellos símbolos..., los conocía..., los había visto en algún sitio, pero, ¿dónde?.
Con decisión, intentó buscar la respuesta en su cerebro. Como si de un sistema de archivos se tratara, Gael, rebuscó posibles equivalencias hasta que encontró la imagen que buscaba. El medallón cayó de sus manos sobre el pecho del chico de nuevo. "¡Un mago rojo!¡Imposible!"
Un escalofrío de excitación recorrió todo su cuerpo. ¡No podía ser!. Y, según las señas, ¡nada menos que un miembro del circulo interno! Pero..., ¡era demasiado joven!
De repente, pareció como si el aire no llegase a sus pulmones y se esforzó por llenarlos rápidamente.
"¡No había duda!. Pero, ¿cómo había llegado un mago rojo hasta allí?, y, ¿por qué?"

En la otra cama, el chico de pelo negro se agitó en sueños. Gael se giró temeroso de que hubiese despertado. No, el chico dormía profundamente, pero tenía el ceño fruncido y agarraba con fuerza las sábanas.
Con todo el cuidado de que fue capaz, se acercó a él y buscó un medallón igual que el del hermano. No lo encontró, pero lo que vio al apartar sus ropas le dejó aún más sorprendido.
El chico, tenía unas cicatrices terribles en su pecho. Poco a poco, descubrió diferentes partes de su cuerpo; las cicatrices parecían en su gran mayoría antiguas y cubrían su espalda y sus piernas también. Tras volver a taparlo con la manta, permaneció pensativo durante unos instantes. "¿Qué clase de gente habían traído a la casa?".
Dos chicos jóvenes, a simple vista indefensos, que habían sufrido un ataque. Pero, uno de ellos resultaba ser, o eso parecía, un mago rojo, una sociedad tan secreta como peligrosa. Y el otro, parecía haber llevado una vida demasiado intensa para su edad. Además, afirmaban ser hermanos, a pesar de no parecerse y tener la misma edad o casi; y, si no recordaba mal, los magos rojos jamás tenían familia. Quizás fuese una forma de hablar y no fuesen hermanos de sangre, pero el chico de pelo negro no pareció decirlo con esa intención.
Fuese como fuese, puede que Aurora y él hubiesen sido demasiado imprudentes al traerlos a su propia casa.
Procurando no hacer ruido, salió de la habitación. Debía pensar muy bien sus próximos pasos.

Cuando llegó a la cocina, encontró a Aurora atareada, cociendo ciertos productos. Tenía la mesa ocupada con cientos de figuras a cual más extraña. Gael se asomó por encima de su hombro.

_Esto no es para comer - le informó ella adivinando sus pensamientos - si quieres, en la nevera quedó parte de la cena de anoche, puedes calentarla algo.

Gael, resignado, se calentó las sobras y se dispuso a comer sobre la mesa, haciéndose un sitio entre los cachivaches que la llenaban.
Pensativo, jugó durante unos instantes con su comida.

_Tu que eres tan... - comenzó a decir.

_¿Intuitiva? - le replicó ella sin apartar la vista de lo que estaba haciendo.

_Eso, intuitiva... - continuo Gael - ¿qué te parecen los dos hermanos?

Aurora dejó el cuchillo con el que estaba cortando algunas hierbas y le miró.

_¿Tú también lo has notado? - preguntó con aire preocupado.

Gael la miró a su vez. "¿Notado? Notado, ¿qué?" Y al ver su mirada, pensó que quizás tuviese más de qué preocuparse de lo que en un principio creía.

_No. Pero, ¿te fijaste en el medallón que lleva el chico rubio?

Aurora pareció desconcertada durante unos instantes. Limpiando sus manos, se sentó frente a él.

_¿El medallón? Sí, ¿por qué?

_Porque es el que usan los magos rojos.

_¿Los magos rojos? Pero, ¡si eso no es más que una leyenda! - replicó ella.

_Puede, pero ese chico lleva uno auténtico, de eso puedes estar segura, y tal y como lo encontramos.... Bueno, da qué pensar, ¿no?

Aurora pareció intentar poner las ideas en orden. Gael tenía memoria fotográfica y una inteligencia fuera de lo común. Si él decía que aquel medallón pertenecía a un mago rojo, entonces, aquel chico era un mago rojo, por muy increíble que pareciera.
Todavía algo desorientada, se levantó de la silla y miró a su alrededor como si intentara recordar qué estaba haciendo hace unos instantes.

_Eso cambia ciertas cosas... - sentenció para sí misma.

Gael tragó uno de los bocados que había metido en su boca.

_No era eso lo que tú habías "notado", ¿verdad? - preguntó con curiosidad.

Ella negó con la cabeza.

_No. Él tiene un aura oscura, pero, dentro de lo que cabe, normal. Sin embargo, el del pelo negro...

Gael la miró cada vez más interesado.

_Cada vez que veo a ese chico - continuó ella - siento escalofríos y no sé porqué. Parece muy educado normal, pero, es como si llevase consigo una carga negativa demasiado intensa. Al principio, pensé que era debido a lo que había sufrido y a mi propio cansancio. Pero, ahora, creo que en realidad, él la controlaba para que no se notase tanto, porque, desde que está dormido, la energía se ha vuelto más intensa. Comienzo a estar algo asustada - confesó con una sonrisa nerviosa - así que colocaré alguna protección.

Y continuó echando productos en el bol que tenía detrás de ella mientras Gael volvía a dar otro bocado a su comida, pensativo.

miércoles, 25 de junio de 2008

Hermanos cap.10

Cap.10: Encuentros

Cuando, finalmente, Gael llegó a la casa, subió a una de las habitaciones del piso de arriba y dejó allí al chico sobre la cama. Lo que sobraban en aquella casa eran habitaciones. Justo detrás suyo, apareció Aurora seguida por aquel otro chico.

_Encárgate tú de él - le pidió Gael - Si su amigo ha sido capaz de seguirnos durante todo el camino es que no está tan mal como aparenta.

Ella le miró mientras asentía con la cabeza.
Quien no parecía tenerlas todas consigo era Gael, había caminado durante todo el viaje de regreso a buen paso, pero ahora, su cara estaba completamente pálida y su respiración se aceleraba por momentos. Sin embargo, hacía esfuerzos titánicos por no demostrarlo.
Con decisión, Gael se fue a una de las habitaciones contiguas y, al cabo de poco rato, apareció con ropa limpia.

_¡Toma! - le dijo al chico mientras colocaba la ropa sobre la otra cama que había en la habitación- Te sentirás mejor si te duchas y te cambias de ropa. Y no te preocupes por tu amigo, no puede estar en mejores manos.

_No es mi amigo - respondió de repente el muchacho - Es mi hermano.

Gael les miró a ambos durante un instante.

_Pues no os parecéis en nada - sentenció - Ahora, si me disculpáis...

Y sin decir nada más, se dirigió con una cierta celeridad a una de las habitaciones situadas al final del pasillo. Al entrar en ella, cerró con fuerza la puerta tras de sí. En la oscuridad, permaneció durante algún tiempo apoyado contra la puerta mientras intentaba calmar su agitada respiración y su corazón comenzaba a latir con normalidad.
Volvía a pasarle. Cuando creía que ya lo tenía superado....
Lentamente, se encaminó al escritorio y se dejó caer con desgana en una silla, con la mirada fija en los papeles que lo cubrían. "El libro", pensó, "ahora debo centrarme en él..."

En la otra habitación, Gabriel observaba a la chica que se inclinaba sobre su hermano y empezó a sentirse inútil. Aquel hombre había dicho que ella le ayudaría, pero, ¿podría?. "Él", también parecía confiar en ella, no en vano, le había indicado el camino hacia esa casa y, aunque uno nunca podía fiarse de las intenciones de un demonio, "Él", jamás le había fallado, no después de que le poseyera, ni después de pagar el precio por su ayuda.
El recuerdo de su encuentro, le hizo sentir un escalofrío por su espalda y, fue en aquel instante, cuando tomó de nuevo conciencia de que aún iba cubierto de sangre. Quizás no fuese tan mala idea aquel baño que le habían propuesto...
En silencio, abandonó la habitación con la ropa limpia que le habían dado, en busca del baño. En aquella casa tan grande, ¿cuánto podría tardar en encontrarlo?

Cuando Aurora acabó, se levantó satisfecha. Había costado, pero había hecho todo lo que había podido. Ahora, lo único que le hacía falta a ese chico, era descansar. El tiempo, era el mejor aliado a la hora de curar heridas.

_¿Cómo se encuentra? - oyó que preguntaba una voz a su espalda.

Aurora se giró y observó al chico que estaba detrás suyo. Después de la ducha y de ponerse ropa limpia, tenía mejor aspecto, al menos exteriormente, porque parecía a punto de caer al suelo de un momento a otro.

_Se pondrá bien, necesita descansar - dijo intentando animarle - ¿Cuanto hace que no duermes?

El chico pareció ponerse nervioso y comenzó a negar con la cabeza apartando la vista de ella.

_No quiero dormir, no lo necesito. Pero si pudiera tomar algo de café...., si no es mucha molestia...

_Por supuesto que no es molestia, ahora mismo te preparo un poco - respondió ella.

_Muchas gracias - contestó él con una ligera sonrisa, algo triste al parecer de ella.

Y Aurora bajó a la cocina. "¿Que no necesitaba dormir? ¡Ja! ¿Y, qué más?". Era evidente que aquel chico estaba tan agotado que a duras penas podía mantenerse en pie. Pero, parecía tener pánico a dormirse.
Con decisión, comenzó a hacer café, descafeinado, por supuesto, y ya de paso, añadió algunas gotas de elixires florares para ayudar a conciliar el sueño y a calmar los terrores nocturnos. ¡Ya veríamos si dormía o no! El médico en aquella casa era ella y, ¡siempre hay que hacer caso del médico!
Cuando lo tuvo preparado, subió de nuevo a la habitación. Allí, encontró al chico sentado en la cama que había situada enfrente de la que se hallaba ocupada por su hermano. La verdad, es que no se parecían, pero, sin embargo, parecían estar fuertemente conectados entre ellos.
Al verla entrar, el chico agradeció el café con una sonrisa y, Aurora, observó sorprendida cómo primero bebía el café sin azúcar para luego introducirla sola en su boca sin quitar su mirada de la cama de enfrente. Ella, se retiró discretamente.

Suspirando, se dirigió a la habitación del fondo del pasillo y llamó antes de entrar. Gael, parecía ensimismado en sus papeles.

_¿Cómo te encuentras? - preguntó ella.

Él, levantó la vista y la miró con aquellos ojos grises, fríos como el hielo.

_Bien, sólo me puse un poco nervioso.

_Parecías a punto de tener una crisis - replicó ella.

_No, sólo necesito estar un poco a solas, nada más.

_Entonces te dejo - le indicó mientras salía de la habitación sin decir nada más. No insistiría sobre el tema.

Al volver sobre sus pasos, vio como, dentro de la habitación, el chico se había quedado ya profundamente dormido.
Sonriendo para sus adentros, entró y le colocó una manta encima, cubriéndole con ella. Quizás aquella fuera una buena ocasión para que ella también descansara algo, pensó cuando salió de nuevo al pasillo.

sábado, 21 de junio de 2008

Hermanos cap.9

Cap.9: Aurora

Aquella mañana, a Gael le costó levantarse más de lo habitual. Había estado hasta tarde enfrascado en el libro en el que ahora trabajaba y apenas había dormido lo suficiente antes de que el despertador lo incordiase de aquella forma tan insistente.
Aún medio dormido, buscó a oscuras al causante de tan molesto ruido, tirando, según le pareció, varios objetos en el intento. Cuando por fin lo palpó, tuvo tentaciones de lanzarlo contra alguna pared, pero se limitó a apagarlo.
Al volver a hacerse el silencio, el sueño quiso volver a acogerlo en sus brazos; el silencio tranquilizador, el calor de las sábanas, la pesadez que sentía en todos sus músculos.... Pero, ¡no!. Por mucho que le costase, no renunciaría a su paseo matutino, quería sentir el frío de la mañana en su cara.
Luchando contra su propio cuerpo, consiguió ponerse en pie y encender la luz. En aquel mundo entre sueños, Gael maldijo su propia testarudez a la hora de dejar su trabajo por la noche y se dirigió a la ducha, esperando que el agua le ayudara a despejarse.

En la cocina, Aurora daba otro bocado a una tostada mientras miraba el reloj de pared. Gael debía estar a punto de levantarse, pensó. Ella, también estaba despierta, pero, a diferencia de él, aquello era debido a que aún no se había acostado, y lo peor de todo es que no tenía sueño.
Pensativa, apartó un poco la cortina de la ventana y miró al exterior; aún era de noche. Quién sabe..., quizás aprovechara la ocasión y acompañara a Gael en su paseo matinal para recoger algunas plantas en su momento idóneo, cuando los rayos del sol ya las habían tocado, pero aún no les había despojado del rocío de la mañana.

_¡Buenos días! - oyó que saludaba Gael.

_Buenas noch..., ¡días!

Él la miró de reojo al oírla decir aquello, mientras echaba una taza de café.

_Así que hoy aún no te has dormido, ¿no? - le dijo - ¿Piensas abrir la tienda?

Aurora volvió a mirar por la ventana.

_No lo sé, pensaba ir a recolectar.

_¿Al bosque?

_Sí, o puede que no tan lejos.

_Yo salgo ahora - dijo él bebiendo un sorbo de café.

_¡Te acompaño! - sentenció ella, y dejó un último bocado de la tostada que Gael aprovechó mientras ella cogía un chal que colocó sobre sus hombros.

Gael la miró. Aurora y él se conocían desde hacía ya varios años, cuando él llegó al pueblo buscando alguna casa tranquila en los alrededores en la que poder refugiarse para escribir.
Aurora tenía una tienda de artículos esotéricos, pero su gran afición eran las plantas medicinales. Así que, cuando él había bajado del autobús, pálido como un muerto, ella le había ofrecido un sobrecito con una infusión.
Gael no creía mucho en su eficacia, por lo que cuando, instantes más tarde, había pedido en un bar que se lo preparasen, se sorprendió de que funcionase tan eficazmente. Intrigado, buscó un lugar donde poder comprar más, pero aquellos sobrecitos parecían hechos artesanalmente.
Pasó una semana antes de que él pasase por casualidad delante de su tienda y, entonces, notó como si algo le atrajese a su interior. "¿Buscas habitación?", le había dicho ella mientras empaquetaba más de aquellas maravillosas infusiones. "Bueno....", le comentó mirando al techo como si de la lámpara estuviese colgando algo, "la verdad es que yo tengo una casa bastante grande en las afueras, una herencia que no me gustaría perder. Pero la tienda no es que aporte demasiado dinero, así que había pensado poner una habitación en alquiler".
Después, le miró con los ojos entrecerrados. "Tú tienes un buen aura", le había comentado como si tal cosa, "un poco especial, pero fuerte. Me gustan las auras intensas".
Pensándolo ahora, la verdad es que se habían conocido de una forma un tanto ridícula...

Casi sin mediar palabra, ambos salieron al exterior y siguieron el camino que llevaba al bosque. El frío de la mañana los envolvía a ambos de una forma agradable para Gael, aunque puede que no tanto para ella, que se movía inquieta como si quisiera impedir que el calor huyera de su cuerpo.
De vez en cuando, Aurora se alejaba un poco más para observar las plantas que crecían a ambos lados del camino. Aquello, hacía que la caminata de Gael fuese más lenta de lo habitual, pero él, lejos de quejarse, se limitó a suspirar resignado. Hasta cierto punto, agradecía que ella le acompañase, le mantenía agradablemente entretenido.
Al ir a acercándose al lago, la niebla ya cubría casi todo y Gael dudó si continuar o volver. Aurora, sin embargo, se encaminó decidida a la orilla, en busca, sin duda, de alguna nueva hierba de las que crecían en los márgenes. Allí, se quedó paralizada.

_¡Santa Diosa! - oyó que murmuraba.

Gael se acercó intrigado. Un poco más lejos de donde ellos se encontraban, había dos cuerpos tendidos en el suelo.

_¿Pero qué...? - comenzó a decir mientras se acercaba a ellos, seguido por Aurora.

Cuando llegaron a su lado, uno de ellos, que permanecía acurrucado junto al otro, levantó pesadamente la cabeza. Parecía querer decir algo, pero su voz era tan débil que ninguno de ellos le oyó.
Era joven, "demasiado joven aún...", pensó Aurora mientras le observaba. Vestía de negro y tenía su piel pálida y su cabello cubiertos de sangre seca. Sin pensarlo más, corrió a ayudarle.
Gael, se inclinó sobre el otro chico. Inconsciente, no reaccionó cuando él le echó un vistazo en busca de heridas. Bastó sólo una mirada para darse cuenta de la situación en la que se encontraba. Cogiéndolo en brazos con el mayor cuidado de que fue capaz, miró a los ojos del otro chico.

_¿Puedes caminar? - le preguntó sin más.

El chico, afirmó con la cabeza. Pero cuando intentó levantarse, las fuerzas le fallaron cayendo de nuevo al suelo. Aurora, intentó ayudarle, pero él la rechazó amablemente con un intento de sonrisa. Ella, le miró sorprendida mientras él intentaba coordinar sus vacilantes pasos para alcanzar a Gael.

_¿Qué os ha pasado? - preguntó Aurora.

Antes de que el chico pudiese contestar, Gael replicó:

_Ya habrá tiempo para eso, ahora no es el momento.

Y continuó caminando de vuelta a la casa.

Hermanos cap.8

Cap.8: Silencio

No supo cuanto tiempo pasó fuera de sí, ni qué exactamente le hizo reaccionar, pero, cuando lo hizo, intuyó que no le quedaba mucho tiempo si quería ayudar a su hermano, que seguía inconsciente a sus pies. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, lo cogió en brazos y salió del caserón mecánicamente, como un muñeco sin alma.
De esa misma forma, caminó toda la noche, atravesando el bosque, siguiendo la luna, hasta que llegó a un pequeño lago situado a una distancia que, más tarde, sería incapaz de determinar. Una vez allí, volvió a dejar a su hermano en el suelo. Tendría que tener los brazos destrozados del esfuerzo, pero, Gabriel ya no sentía. Ahora, era sólo una máquina que se movía gracias a una energía desconocida y, cuando se agotara, sólo esperaba morir.

De rodillas, ante el cuerpo de su hermano, observó cómo tímidamente parecía querer salir el sol. Aún le quedaban unas dos horas de espera antes de la hora convenida. Y, de nuevo, volvió a mirarlo; su pelo rubio, ahora despeinado, su piel ligeramente más morena que la suya...; y, recordó la energía y la fuerza que siempre le acompañaban, la seguridad con la que siempre hablaba, y su sonrisa. Y, sin embargo, por su culpa, ahora.... Porque no le quedaba ninguna duda de que el enfrentamiento que había visto era debido a su desaparición.
"No te preocupes", le decía él siempre que hablaban del tema, "si me descubren, no saben la jugada que me reservo".
Pero jamás se hubiese imaginado que se refería a aquello; si lo hubiese sabido, quizás hubiese podido... Sin pretenderlo, había dañado a la única persona que se había preocupado por él, a su propio hermano.

Al ir a tocar su rostro, se detuvo. Aún tenía sus manos manchadas de la sangre de aquellos que le habían dañado, y sintió rabia. No mancillaría el rostro de su hermano con la sangre de aquellos desgraciados...
Mirando a su alrededor, vio el lago y pensó en lavarse en él, pero, si se iba y le dejaba, aunque fuera por un instante, quizás no se cumpliera lo que "él" le había indicado y, entonces, nada habría servido para nada. "Deberás permanecer a su lado hasta que la niebla os cubra", le había dicho, y tembló en su interior al recordar su voz.

Atemorizado, Gabriel esperó junto a su hermano sin atreverse a moverse siquiera, mientras la niebla matutina comenzaba a aparecer.

viernes, 20 de junio de 2008

Hermanos cap.7

Cap.7: ¡Ayuda!

Tanto tiempo viviendo con demonios y observando a los magos, le había enseñado varios conjuros de protección que, al realizar instintivamente ahora, le libraron del gran estallido. La ventana saltó en pedazos, lanzándolo varios metros hacia atrás, contra la pared. Los efluvios demoníacos que salieron del interior de la sala se extendieron por todo el caserón, destrozando y devorando todo a su paso. Pero ninguno de ellos le tocó siquiera. De nuevo instintivamente, Gabriel extendió su mano y llenándose de aquella energía maligna, corrió hacia el ventanal, saltando a través suyo y cayendo desde unos diez metros de altura sin inmutarse siquiera.
Al llegar abajo, la energía le abandonó y, volviendo en sí, observó la escena de cuerpos destrozados que le rodeaba.
En el centro de la sala, el cuerpo inerte de su hermano, yacía en el suelo en bastante mejores condiciones que el resto. Gabriel se dirigió hacia él, cogiéndolo entre sus brazos mientras se arrodillaba. Exteriormente, sólo tenía las heridas de sus manos, pero, interiormente, sus órganos estaban prácticamente destrozados y, entonces, supo que, aunque estaba vivo, no aguantaría mucho más en aquellas condiciones. ¡Tenía que hacer algo rápidamente!, pero no sabía quién podría ayudarles ni cómo.
¿O sí lo sabía...?

Con todo el cuidado del que fue capaz, volvió a depositar a su hermano en el suelo, y, con las manos temblorosas y la mirada perdida, cogió la sangre que bañaba el suelo y la soltó sobre su cabeza, dejando que empapara su pelo y cayera sobre su rostro mientras cerraba los ojos y susurraba en voz baja.

Al notar una presencia detrás suyo, los abrió paralizado de terror. Todo su interior se convulsionaba, pero era incapaz de moverse, y una lágrima rodó por su mejilla cuando notó como el ser que había a su lado lamía con lujuria un reguero de sangre de los muchos que manchaban su cara.

_No, así no... - replicó una voz que hizo que su corazón casi se parase. Sobre su hombro derecho notó su tacto frío - Esta, no es tu sangre. Si quieres que te ayude, tendrás que esforzarte algo más.

Y sin decir más, Gabriel notó como por su estómago penetraba una energía que lo llenó, haciéndole tanto daño que creyó que se volvería loco.
Intentó gritar, pero la voz no salía de su garganta. Sin poderlo evitar, comenzó a vomitar sangre en una agonía eterna. Finalmente, agotado, luchó por no perder la conciencia mientras notaba como el dolor se atenuaba poco a poco.

_Así está mejor - sentenció la voz - ya sabes que yo siempre te echaré una mano, pero debes mostrarme más respeto o tendré que reenderezarte.

Las lágrimas volvieron a surgir, nublando aún más su vista. El ser, se acercó hasta casi tocarlo y le susurró al oído lo que debía hacer. Gabriel, luchó por sobreponerse al terror que le paralizaba y escuchó con atención las indicaciones, intentando grabarlas en su mente.

_Y, no te preocupes, - le dijo finalmente aquel ser - ¡yo nunca te abandonaré!

De nuevo, volvió a sentir como aquella energía le atravesaba, helándole el corazón, haciéndole desear la muerte.
Al volverse a quedar sólo, se derrumbó.

Hermanos cap.6

Cap.6: Huida

Poco después, aprovechando el amparo de la noche, salieron de los aposentos. En aquella hora, la gran mayoría de los magos estaban ocupados realizando conjuros, era el momento ideal. De esa forma, nadie notaría su partido hasta el día siguiente, cuando ellos ya estuviesen muy lejos del caserón.
Gabriel, caminaba entre las sombras, tal y como le había ordenado su hermano, procurando ocultar su cara a los pocos magos desocupados que se cruzaban con ellos. Darío, sin embargo, caminaba por el centro del pasillo, con paso decidido y la mirada altiva de forma que si alguien se cruzaba con ellos no podía evitar observarlo, prestando así menos atención a la sombra que se deslizaba cerca de él.
No tuvieron muchos encuentros, pero Gabriel tembló con cada uno de ellos.
Cuando ya estaban a punto de alcanzar la puerta de salida, oyeron una voz a su espalda.

Darío! ¡Darío!, por fin te encuentro...

Un hombre bastante mayor que ellos se les acercó. Pareció no ver a Gabriel, y aunque a Darío le dio un salto el corazón, mantuvo su cara y su ánimo imperturbables.

_Hay reunión de los miembros del círculo interno - le explicó el mago.

_¿Reunión? - replicó Darío - no sé que hubiese decidida ninguna reunión hoy.

_Y no la había, pero han sucedido una serie de cosas que han obligado a convocar una.

Darío maldijo para sus adentros. No podía decir que no iría. Debía pasar lo más desapercibido posible, aunque eso implicase tener que retrasar su salida.

_Está bien, te sigo - replicó mientras a su espalda, sus manos realizaban unos movimientos apenas perceptibles.

Gabriel se quedó paralizado durante unos instantes viendo como su hermano se alejaba de él girando a su derecha. Cuando dio un paso para seguirle, pudo ver de reojo como a su lado, en la pared, aparecieron unas letras escritas con fuego. "Espérame fuera, más allá del bosque", ponían; y al instante de leerlas desaparecieron sin dejar rastro. Gabriel dudó. Sin duda, era mucho mejor obedecer a su hermano, al fin y al cabo, a él le costaría mucho menos salir sin levantar sospechas una vez hubiese atendido a la reunión.
Sin embargo, cuando tuvo el picaporte de la puerta en sus manos, tuvo el impulso de salir corriendo detrás de su hermano. Dejándose llevar por aquel impulso, el chico se dirigió con paso rápido tras los pasos del mago.

Sin saber muy bien a dónde ir, Gabriel vagó por todo aquel caserón, intentando mantenerse oculto mientras buscaba algún rastro que le indicara dónde se encontraba. Finalmente, al pasar frente a unas vidrieras decoradas, observó que en el centro de la sala que se hallaba tras ellas, situada a sus pies, se alzaba la figura de su hermano. Frente a él, un demonio se retorcía de dolor hasta desaparecer convertido en cenizas. A su alrededor, rodeándolo, estaban los magos del circulo interno. Gabriel los conocía bien a todos y la rabia se apoderó poco a poco de él al volver a observar sus rostros.
De repente, su hermano se giró, ¡estaba sonriendo!, pero era una sonrisa extraña que parecía lanzar veneno contra los que iba dirigida. Gabriel se sorprendió, nunca hasta entonces había visto aquella expresión en los ojos ni en la cara de su hermano. ¿Qué estaba pasando?, desde donde estaba, no podía oír lo que hablaban, sólo podía mirar hacia abajo a través de la vidriera que lo mantenía oculto de las miradas de los magos, camuflado en un mosaico de colores a través del cual veía la escena. Sin embargo, Darío pareció mirarle durante unos segundos con aquella expresión en su rostro mientras levantaba ligeramente sus brazos, mostrando la palma de sus manos. Gabriel notó como un escalofrío recorría todo su cuerpo mientras le observaba paralizado.
"¡No!, ¡no podía querer realizar aquel conjuro! Aquel conjuro necesitaba demasiado poder y control, ¡le destrozaría!".
Con las manos apoyadas en la vidriera gritó con todas sus fuerzas, pero en el interior de la sala nadie pareció escucharle y, cuando de las manos de Darío comenzó a brotar sangre, Gabriel se preparó para lo peor mientras entre los magos cundía el pánico.

miércoles, 18 de junio de 2008

Hermanos cap.5

Cap.5: Preparativos

Después de unas semanas, los magos del circulo interno estaban visiblemente alterados y las sospechas comenzaron a recaer sobre varios de ellos. Darío, se preguntaba en secreto cuánto tardarían en sospechar de él. De momento, parecía que el hecho de que se suponía que él era el único que no sabía nada del asunto, evitaba las sospechas. ¿Cómo iba a querer apoderarse del recipiente para sus propios fines si no sabía que existía? Además, él siempre había usado y aún usaba su propio recipiente. Y era imposible que hubiese sabido que aquel recipiente perdido era una persona, y que era su propio hermano.
Sin duda, podían haber interrogado a los demonios más poderosos para averiguar qué había pasado, pero, de hecho, la escasez de recipientes verdaderamente resistentes, impedía los conjuros más complicados.
De todas formas, Darío se había encargado bien de no dejar ningún rastro que pudiese ser detectado por algún demonio, y en cuanto al único que sabía que había sido él, bueno..., se cuidaría mucho de no comentar nada. A pesar de ello, Darío había preparado una última carta que jugar si convenía.
Cuando abrió la puerta de su cuarto, no vio en un primer momento a su hermano.

_¡Bienvenido! - oyó que le recibía su voz y, sobresaltado, miró detrás suyo, justo donde la puerta se había cerrado.

_¡Hola! - le respondió menos formalmente - ¿todo bien?

Él afirmó con la cabeza mientras se acercaba a su lado.

_¿Lo has traído? - preguntó con una cierta ansiedad reflejada en su voz y en sus manos.

_Claro - contestó mientras sacaba de los bolsillos de su abrigo un pequeño trozo de pastel envuelto en papel de plata.

Su hermano lo cogió con avidez y lo devoró casi literalmente mientras se sentaba con las piernas cruzadas sobre la cama, degustando cada bocado como si fuese el último en mucho tiempo.

_Podrías haberlo dejado para después de cenar - replicó Darío sentándose en una silla.

Su hermano le miró con cara de culpabilidad y, apartando su mirada de la suya, negó con la cabeza.
Darío suspiró. En aquellas semanas, su invitado había aprendido muchas cosas. Ahora, era una persona tranquila, quizás un poco reservada y de modales impecables. Pero, todo aquello cambiaba radicalmente ante la visión de algo dulce.
Aquella necesidad insaciable de azúcar, hacía que se olvidase por unos instantes del mundo que le rodeaba. Darío, le miró unos segundos, antes de comenzar a servir la cena que momentos antes había preparado.
Sí, su hermano parecía a ojos de cualquiera una persona normal. Pero, en la soledad de la noche, Darío había podido comprobar que sus terrores más internos aún le acompañaban; cuando, creyéndose no observado, se acurrucaba en la cama y, con la mirada perdida y movimientos repetitivos, mecánicos, parecía recitar algo para sus adentros, quizás para calmarse. También, cuando se desvestía, podían observarse aún las terribles cicatrices que poblaban todo su cuerpo.

_¿Tienes todo preparado? - preguntó cuando hubieron acabado de cenar.

_Sí, aunque no es que tenga mucho que preparar...

_Entonces, después de cenar nos iremos - le explicó Darío - . No es conveniente quedarnos por aquí más tiempo.

Su hermano, le miró a los ojos.

_¿No se extrañarán de que te marches justo ahora?

Darío comenzó a recoger los platos y observó el de su hermano, casi intacto. Comía tan poco...

_Puede... - contestó apartando sus otros pensamientos de la cabeza - Aunque, creo que el tiempo pasado desde tu desaparición servirá para desvincular ambos hechos, uno del otro. Pero, si permanecemos aquí mucho más..., no sé cuanto tiempo más podré seguir ocultando tu presencia, cada vez resulta más difícil.

Darío sirvió un poco de café, aquella noche sería larga y les haría falta. Su hermano, se perdió en sus pensamientos. Realmente, permanecer allí oculto era cada vez más peligroso, pero irse podía implicar que las dudas se volviesen ahora sobre Darío. Y si le pasaba algo por su culpa...
"Gabriel...., Gabriel...., ¡Gabriel!", oyó que le llamaban. Aún no se acostumbraba a su nombre y tardó un poco en darse cuenta de que era él.

_¿Sí? - respondió saliendo de su ensoñación.

_¡El café!

Gabriel observó el líquido negro servido ante él con dos terrones de azúcar a su lado y enseguida su vista se fué a los terrones. "¡Sólo dos....!", pensó, "si hubiesen sido más, hubiera podido echarlos al café, pero así...". Sentía la necesidad de notar en su boca aquel gusto intenso del azúcar. Pero, el café también le gustaba..., le ayudaba a mantenerse alerta y, hoy, más que nunca lo necesitaba.
Decidido, cogió la taza de café y lo bebió, sin echarle azúcar, ante la mirada extrañada de su hermano. Cuando hubo acabado, tomó uno de los terrones y lo metió en su boca, dejando que se deshiciera mientras el gusto del azúcar se expandía por toda su boca.

Hermanos cap.4

Cap.4: Nombres

A la mañana siguiente, el revuelo era considerable, y en las caras de los miembros del círculo interno, el temor era claramente visible, aunque a su paso, el mago, podía notar los esfuerzos que se hacían para controlarlo. Sonriendo en su interior, el mago se dirigió a las habitaciones.

En ellas, el chico de pelo negro, abrió lentamente los ojos, y la luz del sol lo deslumbró de tal manera que se vió obligado a cerrarlos de nuevo. ¿Dónde estaba? ¿Qué era toda aquella luz?
A ciegas, intentó levantarse de la cama, palpando lo que tenía a su alrededor y tirando varias cosas al suelo. En ese momento, el mago apareció por la puerta y lo detuvo cogiéndole. El toque de otra persona hizo que el muchacho volviera a abrir ligeramente los ojos.

_Con calma, - replicó el mago mientras corría las cortinas, matizando la luz - aún no estás acostumbrado a tanta luz.

Aquello pareció desconcertar al chico, al igual que todas las cosas que le rodeaban, de forma que por una vez pareció olvidarse de que no estaba solo.

_Me llamo Darío - se presentó el mago - ¿Cómo te encuentras?

_Bien..., creo... - contestó su invitado, fascinado al verse reflejado, quizás por primera vez en un espejo. Pareció entender rápidamente de qué se trataba y se tocó el pelo para después observar fascinado sus manos.

_Te duché - le explicó Darío, comprendiendo la sorpresa del chico y, éste, le miró extrañado.

_¿Por qué?¿Qué quieres de mí?

Darío sonrió.

_Te dije que no te haría daño. Simplemente, no podía permitir que continuases allí, hermano...

Esta última palabra pareció golpear con tal fuerza al chico que tuvo que sentarse.

_Debo pedirte disculpas por no haberte ayudado antes, pero ni siquiera sabía que existieras. - le dijo el mago, acercándose a él - Sin embargo, de ahora en adelante, yo cuidaré de tí. ¿Cómo te llamas?

El muchacho contestó con la mirada perdida, como si necesitase tiempo para asimilar todos aquellos cambios.

_No lo sé. No recuerdo si tengo un nombre...

_Entonces, habrá que buscarte uno, al igual que otras ropas.

lunes, 16 de junio de 2008

Hermanos cap.3

Cap.3: Respuestas

De vuelta a sus aposentos, el mago dejó con suavidad al muchacho sobre su cama. Era casi un niño, como él, pero él había tenido suerte. Acogido desde pequeño por los magos rojos, estos, le habían criado al notar su poder innato.Y, aunque había tenido que soportar luchas, envidias y castigos, nunca le había faltado lo básico para sobrevivir. En cambio, al chico que ahora yacía en su cama, parecía no haberle dado nunca el sol y los maltratos tanto físicos como psicológicos que había recibido eran evidentes.
Con toda la solemnidad de la que fue capaz, invocó de nuevo al demonio que le ayudara anteriormente. El demonio apareció ante él y sonrió al ver al chico de pelo negro.

_Le has encontrado al fin. Esto se va a poner divertido...

_¿Quién le tenía escondido?¿Por qué nadie me había informado de ello?

El demonio entrecerró los ojos.

_¿Tú qué crees? ¿Has olvidado vuestras propias reglas? Nadie puede tener afinidad con otro ser.

_Pero entonces, ¿por qué está vivo? - preguntó señalándole - Comentó algo de que no interesaba que muriese, ¿por qué?

El demonio parecía divertirse con aquello, pero el mago no se inmutó y continuó mirándolo con autoridad.

_Porque él, es un recipiente.

La idea atravesó la mente del mago como una flecha. Un recipiente era para los magos algo que se hacía servir para desviar la ira de los demonios hacia él. El mago, derramaba su sangre en el recipiente; entonces, al protegerse para realizar el conjuro, el demonio, una vez cumplida su misión descargaba su ira contra el recipiente ya que no podía hacerlo contra el propio mago. Pero, los recipientes siempre eran objetos, generalmente, objetos antiguos de gran poder místico. Pero jamás personas. ¡Ningún ser vivo lo soportaría!

_¡Imposible! - susurró el mago - Ninguna persona tiene suficiente poder para ser un recipiente. Se necesita el poder de miles de magos para crear uno. Por eso, sólo están destinados a los miembros del círculo interno.

_Ya te dije que el chico es especial...

El mago lo miró incrédulo.

_Y ahora, dime tú. - continuó el demonio - ¿Quién usa recipientes y por qué estarían interesados en ocultarte su existencia?

El mago recordó las condiciones en las que había encontrado al chico; la sangre que empapaba sus cabellos, las marcas que cubrían su cuerpo, recuerdo, sin duda de la ira de los demonios que había tenido que soportar durante, ¿cuántos años? Y, el terror con el que le había mirado al acercarse él, un mago del circulo interno.
La sangre volvió a hervir en su interior y pensó despedir a su interlocutor, pero cuando alzó la mano se detuvo.

_¿Por qué me dijo hoy aquel demonio que tenía un hermano?¿Qué interés podía tener en que lo supiera?

El demonio pareció ponerse serio.

_No tengo ni idea.

El mago frunció las cejas. Mentía, sin duda, hacía mucho tiempo que conocía sus reacciones y notaba que le mentía en todos los huesos de su cuerpo. Sin decir una palabra, echó mano al colgante que llevaba en su cuello e hizo el gesto de querer romper una de las piedras preciosas que formaban parte de él. El demonio notó como si le arrancasen parte de su ser.

_¡Está bien! - replicó - ¡te lo diré!

Y el dolor desapareció mientras el mago sonreía.

_¡Malditos seáis tú y todos tus antepasados! - replicó aún de mala gana - Se rumorea que el chico puede haberse vuelto peligroso.

_¿Qué quieres decir?

_Se dice que su poder ha llegado a tal, que ese chico, no necesita hacer pactos ni forzar a los demonios a que trabajen para él. Según se cuenta, es capaz de fusionarse con ellos, incluso con los más poderosos, de forma que se convierten en uno sólo. Es como si él poseyera a los demonios y los devorase... Particularmente, creo que son habladurías sin fundamento, pero, puede que el demonio que te contó sobre su existencia creyera que es posible y que, si tú lo rescatabas, lo llevarías lejos de nosotros. O... que los miembros del circulo interno os matarían a los dos al robarles su recipiente. Ni lo sé, ni me importa. Ahora - dijo señalando al muchacho - el problema es tuyo.

Y se marchó riéndose sin que el mago hiciese nada por impedirlo. Tenía razón, ahora, el chico era su problema; y se imaginaba cómo reaccionarían sus compañeros del círculo interno si la historia del recipiente era cierta.


domingo, 15 de junio de 2008

Hermanos cap.2

Cap.2: Hallazgo

El mago, meditó largamente su situación durante toda la noche y el día siguiente. Cuando volvió a esconderse el sol, buscó a su hermano.
Usó todos sus conocimientos para indagar en las sombras del tiempo y el espacio sin que nadie lo notara y, cuando ya empezaba a creer que se había dejado engañar como un novato, le vio.

En la dimensión más recóndita, en una tierra entre limbos, donde todo es oscuridad, frío y soledad. Allí, encogido y con la mirada perdida como un loco, un joven arañaba con las manos desnudas un suelo que no podía ver, en un acto reflejo destinado, quizás, a calmar sus terrores internos.
El mago, le observó atónito entre las sombras. Era de su misma edad, pero no se parecían. Tenía el cabello negro como la oscuridad que le rodeaba y la piel blanca como la luna. El mago, sin embargo, notó como si se mirase en un espejo de feria, era como si se viese a sí mismo en otro cuerpo.
No había duda, ambos compartían algo más profundo que la sangre.

Impulsivamente, el mago penetró en su territorio.
El joven de cabellos negros se giró, aún sin verle, hacia él. Acurrucado, todo su cuerpo se puso en tensión y, el mago, pudo observar una mezcla de terror y resolución reflejada en sus ojos.
Después, observó las marcas terribles que cubrían todo su cuerpo, y sus manos ensangrentadas. Su sangre, hervió durante unos instantes. ¿Qué habían hecho con él? ¿Quién? ¿Por qué?
Al entrar dentro del campo de visión del muchacho, éste, se puso en pie de repente. Le temblaban las piernas y el mago extendió sus brazos hacia él, creyendo que caería. Tambaleante, el chico retrocedió unos pasos hacia la oscuridad, como si aquella visión le hubiese aterrado más que cualquier otra cosa en el mundo.

_¡Espera! - gritó el mago - No te vayas.

Lentamente, avanzó hacia él.

_¿Sabes quién soy? - preguntó con toda la dulzura de la que fue capaz.

El muchacho, negó con la cabeza.

_Sé que te conozco, - contestó con voz clara y limpia y, el mago, contuvo la respiración - pero no recuerdo de qué.

Con decisión, el mago se acercó a él.

_No te preocupes, no voy a hacerte daño.

Y notó como su hermano temblaba con fuerza. ¿Cuantas veces le habrían dirigido esas mismas palabras, sólo para demostrarle luego que no eran ciertas?
Al dar el siguiente paso, vio como su hermano llevaba su mano derecha contra su cuello.

_¡Ni un paso más! - le advirtió - Si intentas acercarte, me corto el cuello.

El mago se paró en seco. Ni siquiera era un cuchillo lo que tenía en su mano, era un trozo de metal afilado, pero, la resolución de sus ojos y la fuerza con la que lo apretaba contra su cuello, le confirmó que cumpliría su amenaza sin dudar.

_No hagas tonterías, si quisiera hacerte daño, no me importaría que te suicidaras.

_¡No! Si de algo me he dado cuenta, es de que, a pesar de todo, siempre me dejáis vivir. Por alguna razón, no queréis que muera, pero no pienso daros ese placer.

La mano del muchacho se movió con rapidez mientras cerraba sus ojos, y el mago, apenas tuvo tiempo de canalizar su energía hacia el cuchillo, evitando que cortase su cuello. Hubo una diferencia de milésimas de segundo entre una y otra acción, pero bastó para que el improvisado cuchillo volase de sus manos a las del mago.
Aterrorizado, el muchacho retrocedió y, perdiendo el equilibrio, cayó al suelo. Fue entonces cuando el mago se dio cuenta de que iba descalzo, y en su tobillo derecho una cadena impedía sus movimientos. Con toda la delicadeza de la que fue capaz, se arrodilló frente a él y lanzó el cuchillo lejos de ellos. Luego, alzando su mano, acarició su pelo.
Todo el cuerpo del chico estaba ensangrentado, al igual que su cabello. Sólo su cara permanecía intacta, quizás para que sus captores pudiesen disfrutar de sus expresiones de terror.

_Te sacaré de aquí, ¡lo juro! - susurró con los dientes apretados de rabia el mago.

Al tocar su rostro, el muchacho comenzó a gritar histérico, como si el contacto de su piel le abrasara y, aunque el mago le abrazó con fuerza, intentando calmarle, el chico se resistió, golpeándole y arañándole con todas sus fuerzas. El mago soportó los golpes hasta que el muchacho, agotado, se desmayó en sus brazos.

Hermanos cap.1

Cap. 1: El comienzo

Los magos rojos son unos completos desconocidos para el resto del mundo y, sin embargo, son los más poderosos. Hay diferentes tipos de magia hasta llegar a las esferas privilegiadas. En el camino de los conocedores de la oscuridad, los magos negros parecen ser los superiores, pero no es así...
Aparte de la magia negra, existe la magia roja. Tan poderosa que sólo admite a gente sin ninguna conexión con el mundo real.
Los magos rojos, no tienen familia ni amigos, y, si alguna vez piensan en tenerlos, son eliminados. La razón es sencilla, cualquier relación con el mundo exterior es peligrosa para todo el grupo.

Todo el mundo sabe que los magos negros trabajan creando alianzas con los demonios. Cuanto más poderoso es el demonio, más fuerte es el mago. Siempre es un acuerdo entre dos, un pacto. El mago, debe entregar algo a cambio de la ayuda recibida.
Los magos rojos trabajan diferente. En vez de entablar una alianza, un mago rojo, obliga al demonio a trabajar para él; por eso, es tan poderosa. Sin embargo, un demonio obligado y humillado no es fácil de controlar, requiere mucho poder y conocimiento de la magia. Un demonio obligado a hacer algo, lo hará a conciencia, pero también buscará a cada instante la forma de vengarse de su dominador y, su furia, puede caer sobre cualquiera que acompañe al mago. Por eso, los magos rojos son seres solitarios y sin familia, completamente entregados a sus conocimientos.
O así había sido hasta ahora...

Todo comenzó de la manera más simple. En un conjuro, un demonio reveló a un mago la existencia de un hermano.
El mago podía no haberle creído, había recibido sobornos de ese tipo muchas veces, trampas creadas por los demonios para hacer que su voluntad flaquease. Pero, precisamente porque no era la primera vez que intentaban engañarlo, el mago supo que, por primera vez, aquel demonio no mentía.
Sin decir nada, terminó su conjuro. No obstante, la idea se resistía a abandonarlo.
Finalmente, decidió conjurar al demonio más poderoso con el que había trabajado.

_¿Qué sabes de un presunto hermano mío? - le preguntó directamente.

El demonio se relamió mientras una sonrisa deformaba su cara.

_Al final, te has enterado, ¿no?

_Es imposible que tenga familia, y sin embargo...

_Sin embargo, - le interrumpió el demonio - le notas, ¿verdad?

El mago, se estremeció al oírlo.

_Sí, ya lo creo que le notas... - continuó diciendo - Pero, no te extrañes tanto, es normal. Tu hermano y tú, compartís algo más que unos padres... ¡Sois mellizos! Compartís un nexo difícil de romper. También él, tiene tu fuerza de espíritu, y habría llegado a ser uno de los magos del círculo interno, si lo hubieran dejado.

Furioso, el mago despidió de mala forma al demonio, rompiendo el conjuro mientras la risa de aquel ser se extendía por la habitación.
Aquella noche, no durmió.